Una sociedad instituyente

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La sociedad venezolana tiene un poder que no parece saber tiene. La sociedad venezolana parece no haber aprendido a rescatar lo que es suyo. La sociedad venezolana es víctima de los males originados en la democracia representativa, una que no evolucionó hacia formas superiores. La sociedad venezolana se acostumbró a delegar y se olvidó del control social que toda sociedad madura ejerce sobre el poder. Atenuantes tiene esta sociedad postrada, como las manipulaciones y engañifitas a que fue sometida, pero eso no la justifica.
La sociedad venezolana se acostumbró a esperar al líder providencial, a esperar instrucciones, a depender de las degeneradas estructuras que de instituciones intermediarias pasaron a ser collar de hierro para la obediencia. La sociedad venezolana se convirtió en un corderillo manso dispuesta a ser “políticamente correcta” para permanecer en los resquicios de lo permitido y de lo tolerable. Fue así como la sociedad venezolana se convirtió en lo que es hoy, una sociedad instituida sobre bases endebles y sobre mecanismos degenerados.
La praxis política cotidiana sólo sirvió para alimentar oligarquías partidistas, para crear gremios y organizaciones de diverso tipo encerrados en sus intereses particulares. Así, la sociedad venezolana delegó todo, desde la capacidad de pensar por sí misma hasta la administración de sus intereses globales. La sociedad venezolana se hizo indiferente, se convirtió en una expresión limitada al chiste y a la burla, al desprecio exterior hacia las élites, pero una zángana incapaz de protagonizar una rebelión en la granja.
El gobierno que vino como consecuencia lógica de un cansancio interior y de un derrumbe de lo ya insostenible, contó con la anuencia de esas élites de lo caído, pretendidamente gatopardianas, que soñaron que todo cambiaba para que nada cambiara. Sólo que nunca se leyeron El gatopardo de Lampedusa y jamás se dieron cuenta que había en el texto del príncipe siciliano mucho más que la cita trillada que es lo único que se conoce de esa novela.
Veamos la praxis del momento: El gobierno continúa con la sucesión ininterrumpida de pequeños golpes de Estado, siendo el último el del Decreto-Ley de Inteligencia y Contrainteligencia, amontonando pequeños golpes de Estado para tener al final un gran golpe de Estado. Sin embargo, el gobierno tiene hambre de golpes de Estado y ya anuncia impúdicamente que después de las elecciones regionales presentará de nuevo a consideración del país la reelección presidencial que considera “necesaria”. No importa que la Constitución prohíba la presentación de la misma enmienda dos veces en un período, para eso se controla todo. El gobierno plantea, pues, las elecciones regionales como un plebiscito: si el PSUV gana iremos por la reelección del caudillo máximo. Esto es, la consumación final del amontonamiento en un gran golpe de Estado.

Veamos la praxis del momento: La sociedad venezolana se queja de que no hay dirigentes, cantaleta producto de la sumisión y de la entrega del pensamiento y de la acción a la manera de un bebé inerme. Ya he citado algunos casos de líderes emergentes y del brillo y la inteligencia que hace de este país un caso único de talento como hierba, mientras es dirigido por quienes no saben ni siquiera hablar español. Aquí está otro caso: Me llega por correo electrónico el currículum vitae del doctor Álvaro Albornoz. Es candidato a alcalde de Vargas. No sé quien es, no lo conozco, primera vez que lo oigo nombrar, pero es un abogado summa cun laude, magíster en Derecho Administrativo, magíster en Ciencia Política, doctor en Derecho Constitucional, receptor de numerosos premios, profesor universitario de pregrado y postgrado, desde hace diez años, de Derecho Administrativo, Derecho Tributario, Derecho Contencioso Administrativo, Derecho Constitucional, Teoría del Acto Administrativo y Derechos Humanos. El doctor Albornoz ha sido padrino de siete promociones de abogado, lo que indica un gran amor de sus alumnos. Además, es vicepresidente de la Asociación de Vecinos de la urbanización donde vive. Y vive en Catia La Mar, pues nació en Maiquetía. El joven doctor Albornoz (tiene apenas 34 años) es evidente tiene asegurada una carrera profesional y como docente universitario, pero quiere ser alcalde de Vargas. Si quiere ser alcalde no es para “resolverse”. Si quiere ser alcalde de Vargas es porque quiere servir. Me importa un comino si el doctor Albornoz milita en algún partido o no, me importa un comino su tendencia política o ideológica, lo único que me interesa es que un joven de 34 años con este impresionante currículo quiere ser alcalde y se lo restriego en la cara a una sociedad institucionada que se la pasa repitiendo que el problema es que no hay dirigentes, cuando la verdad es que esta sociedad no sabe ver al país inteligente que está allí a sus órdenes.


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